Semiótica y
vida
Ubaldo
Gil Flores
Hacia
1982 ahí en el colegio Cinco de Junio de Manta donde la chispa de la poesía y
las matemáticas vivían encendidas, no era raro que un físico como Wagner Loor,
un químico como Guillermo Navia, un declamador como Pepungo Cevallos Loor, una
maestra de literatura como María Antonieta Arellano, un revolucionario en el
buen sentido de la palabra como lo era y lo es el maestro Bolívar Andrade
Arévalo, todos en las clases o solo con su presencia y accionar estimularan el
amor por el conocimiento, y crearan un ambiente de geometría y teología.
Eran los tiempos pavorosos del neoliberalismo en el que se vendía a la
patria a tiempo completo, de la Democracia Cristina de Oswaldo Hurtado y del
Partido Social Cristiano y León Febres Cordero, eran también los tiempos de
Alfaro Vive Carajo.
Con
María Antonieta aprendimos todo lo que hay que saber sobre retórica y los
clásicos de literatura para adolescentes de colegio, con Pepungo Cevallos
aprendimos el arte de la declamación, y fue en sus clases, cuando fuimos
concibiendo la idea formar un grupo de teatro y esto porque al colegio llegaban
eventualmente grupos de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Central de
Quito, y porque además en los cursos superiores, habíamos visto a Ramón II
Zambrano, Víctor Arias y otros, dirigidos por el afamado declamador y
actor Mateo Rocafuerte, con la obra “El oráculo de Umiña”. Pero nos estimuló
sobre manera el “Festival de la Flor de Septiembre” que sembró Horacio Hidrovo
Peñaherrera en sus mejores momentos de gloria. El quehacer cultural estaba en
Portoviejo, Manta era apenas una caleta de pescadores, 30 años atrás.
Coincidimos con el profesor Andrade, quien ya había tenido su experiencia en la
tramoya y el teatro, pero además me unió la búsqueda de una conciencia ideológica
en mi caso, y en él una firme convicción partidista, era del Frente Amplio de
Izquierda (FADI). Con Alberto Palacios fuimos reuniendo a otros compañeros
declamadores hasta un total de 17,
los fundadores oficiales de ese grupo llamado “La Trinchera” y entre los
cuales no estaban Nixon García, Rocío Reyes y mucho menos su familia como
fundadores, como lo dice Raymundo Zambrano, en el Mercurio del miércoles 27 de
marzo del año en curso, en respuesta también a una crónica periodística que
salió el domingo 24 en el Universo.
De la
Fundación La Trinchera, de Nixon y Rocío, he valorado y escrito sobre sus obras y
sobre el extraordinario trabajo que hicieron con “La Trinchera”, pero ya bajo
otros principios en relación a los que tuvimos en la fundación este tipo de
información es penosa porque si bien a ellos les puede doler esta aclaración
histórica que hace Raymundo, también deben pensar en nosotros, recuerdo que
alguna vez le conté la realidad a mi hija y simplemente no me creyó y era
porque en el colegio y en varios actos públicos se habían posicionado como
fundadores. Cuando no hay honestidad intelectual estas cosas para escarnio
público ocurren.
¿Cómo
es que los actuales miembros se posesionan de “La Trinchera”? ahí está el quid
de todo. Ya en 1983 cuando salimos del colegio, Nixon se integra y era
del MPD en los tiempos de Trajano y Miguel Morán González, y yo y
algunos, si bien nunca nos afiliamos, simpatizábamos con este partido, y en mi
caso mucho más con el PCMLE, por ello nos alejamos del maestro Andrade y
participábamos como grupo de teatro en las campañas proselitistas, así como en
actos culturales y cívicos. Hasta que, siguiendo mi línea de eterno autodidacta,
con la influencia de Augusto Boal ( teatro popular) Stanislavski (teatro
que nos hace trabajar con las emociones y revivir o construir todo tipo de
experiencia a partir de la imaginación y el trabajo con el cuerpo) y sobre todo
Bertolt Brecht, ese teatro político y filosófico, que se preguntaba el porqué
siempre decimos que Alejandro conquistó todo el mundo conocido de su época y no
preguntamos si lo hizo solo, sin con él no iban cocineras, mujeres, peones… El
mismo Brecht que se preguntaba: quién es más ladrón, el que funda un banco o el
que lo roba... Después vino el Feriado Bancario en Ecuador, “el corralito” en
Argentina y ahora lo de Chipre en Europa.
En vista que me di cuenta que éramos utilizados por uno y otro bando, yo era de
la idea que había que separarnos de todo vínculo con un partido de izquierda y
mucho menos de derecha, y que además debíamos decidir si éramos políticos o
éramos actores de teatro; y no solo esto: qué íbamos a hacer el resto de
nuestras vidas. Si antes yo había propuesto el nombre “La Trinchera” era porque
tenía una enorme carga ideológica, y porque ya intuía que estar organizados y
ser coherentes entre el decir y hacer y ser, era el más difícil de todos
nuestros desafíos humanos.
Hacia
1984 me fui a el servicio militar y cuando regresé a inicios de 1985 cargado
de más amor a mi patria y con el grado de subteniente de reserva del ejército
ecuatoriano, Nixon se había hecho cargo del grupo y sencillamente me
ignoró, no tuve ya ninguna oportunidad de entrar. Será inútil comunicar
el dolor que sentí en esos años y la experiencia y sicología que fui
asumiendo en torno a los comportamientos humanos. Nadie me apoyó para que me
reintegrara, por eso y como consecuencia lógica de estos procederes, pocos años
después a propósito de un viaje a Venezuela, también se separaron Raymundo y
Carlos Valencia, con lo cual el grupo perdió todos sus tintes iniciales, se
quedaron con la marca, con el sacrificio personal y humano de quienes lo
iniciamos y especialmente del maestro Andrade quien nos prestaba su casa
para los ensayos y hasta nos daba de comer,situación que hago pública porque al
ser el teatro de Manta una fortaleza cultural de la ciudad y del país, es de
interés colectivo.
Como
las acciones de la vida no las podemos mirar en blanco y negro, si no con los
múltiples y hasta infinitos matices, en la génesis de “La Trinchera” también
ensayábamos en la casa del maestro Andrade, luego de Miguel Morán González y
después en la casa de los suegros de Nixon, y fue aquí donde empezó a actuar
Rocío en La Trinchera. Aunque teníamos el sistema de pasar el sombrero en
cualquier evento que actuábamos y por tanto íbamos acumulando objetos y
libros para el teatro, fue aquí donde el grupo efectivamente empezó a volverse
familiar. Lo cual no es nada malo porque han demostrado organización, capacidad
administrativa, eficiencia y eficacia, pero todo dentro de unos fines y
propósitos familiares.
La
diferencia está en que lo que fue de servicio social y entrega incondicional al
arte, la educación y a la lucha política tomó otros rumbos. Una vez que “La
Trinchera” fue apadrinada por la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manta todo
bien, hasta que tuvo la ayuda de empresas privadas y organismos del gobierno de
turno era soportable, pero ya no cuando se volvió un instrumento justamente del
Partido Social Cristiano, en el gobierno municipal de Jorge Zambrano, pero
además, contra toda ética, hubo un tiempo en que el municipio acaparaba toda la
comunicación del Festival Internacional de Teatro de Manta, lo cual
cuestioné en una de las tantas páginas que escribía cuando se daba el Festival,
y al cual dejé de ir definitivamente, cuando se hizo un video con la historia
de “La Trinchera”, en la que asomé no como fundador si no como crítico teatral
en unos segundos.
Como
lo propuesto por Raymundo, ahora que en el país ya hemos avanzado sobre
Derechos de Autor y para que esto no quede en una dura denuncia pública, yo
conmino a que La Fundación la Trinchera le reconozca una cantidad
simbólica -por decir 5.000 dólares- por los años que han usado la marca “La
Trinchera” y que lleguen a un acuerdo económico de las regalías que tienen que
pagar por cada presentación cuando se trate de presentaciones pagadas, eso
en términos legales es lo correcto. Tiene el derecho de esto el profesor o sus
hijos y toda propiedad intelectual es imprescriptible. En mi caso por haber
creado el nombre “La Trinchera”, que no he patentado pero que me seguirá
perteneciendo de por vida a mí y mis descendientes, solo pido que no omitan mi
nombre ni el del profesor Andrade en los créditos que deben rezar: La Trinchera,
con ingeniería organizacional del profesor Bolívar Andrade y arquitectura
semántica de Ubaldo Gil, desde 1982. Hay que recordar que el plagio
o la usurpación de una creación intelectual es un delito penalizado. Lo otro es
que haya un acuerdo en el que compren los créditos, pero aún así, nunca dejaremos de ser fundadores y creadores.
La
sociedad del conocimiento es eso: las creaciones tienen un valor simbólico,
moral, intangible pero tienen también un precio. Es la hora de la meritocracia
y la consolidación de los principios en esta etapa del país. Yo mismo vivo ese
dilema ahora con la Editorial Mar Abierto que empecé a crear en los años 90 del
siglo pasado, cuando publicamos los libros “Camino a la parca” de William Happe
y “Con unas arrugas en la sangre” de Pedro Gil, y con quienes desde ahí
inauguramos la colección Almuerzo Desnudo, fue ya en la ULEAM cuando creé la
revista-libro Cyberalfaro, en el 2000, que empecé a ejecutar la Editorial Mar
Abierto, auspiciada por la ULEAM y en lo económico en parte con mis
fondos de jubilación, por ello esta marca que es creada y gestada con mucho
sacrificio tiene nombres, aparte de los mencionados: Medardo Mora Solórzano,
Leonardo Moreira y Ubaldo Gil, y somos nosotros los que tenemos Derechos de
Propiedad sobre tantos símbolos, marcas, sellos, libros, líneas de pensamiento
universitario, creados.
Esta es
mi versión como fundador de “La Trinchera” y es mi
propuesta para que sigamos por la ruta del progreso.
Apostilla
El mismo Horacio crea el Festival Internacional de Teatro de Manta auspiciado por la ULEAM, uno de los mayores referentes del teatro de latinoamérica y el mundo, con lo cual nuestra ciudad fue configurándose como lo que es hoy: una ciudad universitaria, amén de su actividades milenarias de pesca, navegación, comercio e intercambios culturales y sincretismos con la llegada de inmigrantes internos y extranjeros.
Aquí habría que preguntarle a los señores que están evaluando a las universidades por qué no consideran dentro de sus indicadores lo que un centro universitario ha hecho más allá de las propias expectativas en la universidad, en Ecuador la ULEAM ha marcado un hito con el fomento del teatro como una actividad del espíritu, el desarrollo de múltiples trabajos de rescate, fomento y creación en folklore, música y el desarrollo de la Editorial Mar Abierto, con avances que están por encima de las competencias institucionales, por eso nos resulta aberrante si estas gestiones lideradas y apoyadas por Medardo Mora para beneficio del país no son tomadas en su verdadera trascendencia en la evaluación de conjunto.
Manta, 30 de marzo del 2 013
El mismo Horacio crea el Festival Internacional de Teatro de Manta auspiciado por la ULEAM, uno de los mayores referentes del teatro de latinoamérica y el mundo, con lo cual nuestra ciudad fue configurándose como lo que es hoy: una ciudad universitaria, amén de su actividades milenarias de pesca, navegación, comercio e intercambios culturales y sincretismos con la llegada de inmigrantes internos y extranjeros.
Aquí habría que preguntarle a los señores que están evaluando a las universidades por qué no consideran dentro de sus indicadores lo que un centro universitario ha hecho más allá de las propias expectativas en la universidad, en Ecuador la ULEAM ha marcado un hito con el fomento del teatro como una actividad del espíritu, el desarrollo de múltiples trabajos de rescate, fomento y creación en folklore, música y el desarrollo de la Editorial Mar Abierto, con avances que están por encima de las competencias institucionales, por eso nos resulta aberrante si estas gestiones lideradas y apoyadas por Medardo Mora para beneficio del país no son tomadas en su verdadera trascendencia en la evaluación de conjunto.
Manta, 30 de marzo del 2 013
1 comentario:
Publicar un comentario