martes, 2 de abril de 2013

La fundación del grupo de teatro "La Trinchera”



Semiótica y vida



                                     

Ubaldo Gil  Flores 



  Hacia 1982 ahí en el colegio Cinco de Junio de Manta donde la chispa de la poesía y las matemáticas vivían encendidas, no era raro que un físico como Wagner Loor, un químico como Guillermo Navia, un declamador como Pepungo Cevallos Loor, una maestra de literatura como María Antonieta Arellano, un revolucionario en el buen sentido de la palabra como lo era y lo es el maestro Bolívar Andrade Arévalo, todos en las clases o solo con su presencia y accionar estimularan el amor por el conocimiento, y crearan un ambiente de geometría y teología.  Eran los tiempos pavorosos del neoliberalismo en el que se vendía a la patria a tiempo completo, de la Democracia Cristina de Oswaldo Hurtado y del Partido Social Cristiano y León Febres Cordero, eran también los tiempos de Alfaro Vive Carajo.



  Con María Antonieta aprendimos todo lo que hay que saber sobre retórica y los clásicos de literatura para adolescentes de colegio, con Pepungo Cevallos aprendimos el arte de la declamación, y fue en sus clases,  cuando fuimos concibiendo la idea formar un grupo de teatro y esto porque al colegio llegaban eventualmente grupos de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Central de Quito, y porque además en los cursos superiores, habíamos visto a Ramón II Zambrano,  Víctor Arias y otros, dirigidos por el afamado declamador y actor Mateo Rocafuerte, con la obra “El oráculo de Umiña”. Pero nos estimuló sobre manera el “Festival de la Flor de Septiembre” que sembró Horacio Hidrovo Peñaherrera en sus mejores momentos de gloria. El quehacer cultural estaba en Portoviejo, Manta era apenas una caleta de pescadores, 30 años atrás.



  Coincidimos con el profesor Andrade, quien ya había tenido su experiencia en la tramoya y el teatro, pero además me unió la búsqueda de una conciencia ideológica en mi caso, y en él una firme convicción partidista, era del Frente Amplio de Izquierda (FADI). Con Alberto Palacios fuimos reuniendo a otros compañeros declamadores hasta un total de 17,  los fundadores oficiales de ese grupo llamado “La Trinchera” y entre los cuales no estaban Nixon García, Rocío Reyes y mucho menos su familia como fundadores, como lo dice Raymundo Zambrano, en el Mercurio del miércoles 27 de marzo del año en curso, en respuesta también a una crónica periodística que salió el domingo 24 en el Universo.



 De la Fundación La Trinchera, de Nixon y Rocío, he valorado y escrito sobre sus obras y sobre el extraordinario trabajo que hicieron con “La Trinchera”, pero ya bajo otros principios en relación a los que tuvimos en la fundación este tipo de información es penosa porque si bien a ellos les puede doler esta aclaración histórica que hace Raymundo, también deben pensar en nosotros, recuerdo que alguna vez le conté la realidad a mi hija y simplemente no me creyó y era porque en el colegio y en varios actos públicos se habían posicionado como fundadores. Cuando no hay honestidad intelectual estas cosas para escarnio público ocurren.



  ¿Cómo es que los actuales miembros se posesionan de “La Trinchera”? ahí está el quid de todo. Ya en 1983 cuando salimos del colegio, Nixon se integra  y era del MPD en los tiempos de Trajano  y Miguel Morán González, y yo y algunos, si bien nunca nos afiliamos, simpatizábamos con este partido, y en mi caso mucho más con el PCMLE, por ello nos alejamos del maestro Andrade y participábamos como grupo de teatro en las campañas proselitistas, así como en actos culturales y cívicos. Hasta que, siguiendo mi línea de eterno autodidacta, con la influencia de Augusto Boal ( teatro popular) Stanislavski (teatro que nos hace trabajar con las emociones y revivir o construir todo tipo de experiencia a partir de la imaginación y el trabajo con el cuerpo) y sobre todo Bertolt Brecht, ese teatro político y filosófico, que se preguntaba el porqué siempre decimos que Alejandro conquistó todo el mundo conocido de su época y no preguntamos si lo hizo solo, sin con él no iban cocineras, mujeres, peones… El mismo Brecht que se preguntaba: quién es más ladrón, el que funda un banco o el que lo roba... Después vino el Feriado Bancario en Ecuador, “el corralito” en Argentina y ahora lo de Chipre en Europa.



    En vista que me di cuenta que éramos utilizados por uno y otro bando, yo era de la idea que había que separarnos de todo vínculo con un partido de izquierda y mucho menos de derecha, y que además debíamos decidir si éramos políticos o éramos actores de teatro; y no solo esto: qué íbamos a hacer el resto de nuestras vidas. Si antes yo había propuesto el nombre “La Trinchera” era porque tenía una enorme carga ideológica, y porque ya intuía que estar organizados y ser coherentes  entre el decir y hacer y ser, era el más difícil de todos nuestros desafíos humanos.



  Hacia 1984 me fui a el servicio militar y cuando regresé a inicios de 1985 cargado de más amor a mi patria y con el grado de subteniente de reserva del ejército ecuatoriano,  Nixon se había hecho cargo del grupo y sencillamente me ignoró, no tuve ya ninguna oportunidad de entrar.  Será inútil comunicar el dolor que sentí en esos años y la experiencia y sicología  que fui asumiendo en torno a los comportamientos humanos. Nadie me apoyó para que me reintegrara, por eso y como consecuencia lógica de estos procederes, pocos años después a propósito de un viaje a Venezuela, también se separaron Raymundo y Carlos Valencia, con lo cual el grupo perdió todos sus tintes iniciales, se quedaron con la marca, con el sacrificio personal y humano de quienes lo iniciamos y especialmente  del maestro Andrade quien nos prestaba su casa para los ensayos y hasta nos daba de comer,situación que hago pública porque al ser el teatro de Manta una fortaleza cultural de la ciudad y del país, es de interés colectivo.



  Como las acciones de la vida no las podemos mirar en blanco y negro, si no con los múltiples y hasta infinitos matices, en la génesis de “La Trinchera” también ensayábamos en la casa del maestro Andrade, luego de Miguel Morán González y después en la casa de los suegros de Nixon, y fue aquí donde empezó a actuar Rocío en La Trinchera. Aunque teníamos el sistema de pasar el sombrero en cualquier evento que actuábamos y por tanto íbamos acumulando objetos  y libros para el teatro, fue aquí donde el grupo efectivamente empezó a volverse familiar. Lo cual no es nada malo porque han demostrado organización, capacidad administrativa, eficiencia y eficacia, pero todo dentro de unos fines y propósitos familiares.



  La diferencia está en que lo que fue de servicio social y entrega incondicional al arte, la educación  y a la lucha política tomó otros rumbos. Una vez que “La Trinchera” fue apadrinada por la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manta todo bien, hasta que tuvo la ayuda de empresas privadas y organismos del gobierno de turno era soportable, pero ya no cuando se volvió un instrumento justamente del Partido Social Cristiano, en el gobierno municipal de Jorge Zambrano, pero además, contra toda ética, hubo un tiempo en que el municipio acaparaba toda la comunicación  del Festival Internacional de Teatro de Manta, lo cual cuestioné en una de las tantas páginas que escribía cuando se daba el Festival, y al cual dejé de ir definitivamente, cuando se hizo un video con la historia de “La Trinchera”, en la que asomé no como fundador si no como crítico teatral en unos segundos.



  Como lo propuesto por Raymundo, ahora que en el país ya hemos avanzado sobre Derechos de Autor y para que esto no quede en una dura denuncia pública, yo conmino a que La  Fundación  la Trinchera le reconozca una cantidad simbólica  -por decir 5.000 dólares- por los años que han usado la marca “La Trinchera” y que lleguen a un acuerdo económico de las regalías que tienen que pagar por cada presentación cuando se trate de presentaciones pagadas, eso en términos legales es lo correcto. Tiene el derecho de esto el profesor o sus hijos y toda propiedad intelectual es imprescriptible. En mi caso por haber creado  el nombre “La Trinchera”, que no he patentado pero que me seguirá perteneciendo de por vida a mí y mis descendientes, solo pido que no omitan mi nombre ni el del profesor Andrade en los créditos que deben rezar: La Trinchera, con ingeniería organizacional del profesor Bolívar Andrade y arquitectura semántica de Ubaldo Gil, desde 1982.  Hay que recordar que el plagio o la usurpación de una creación intelectual es un delito penalizado. Lo otro es que haya un acuerdo en el que compren los créditos, pero aún así,  nunca dejaremos de ser fundadores y creadores.



  La sociedad del conocimiento es eso: las creaciones tienen un valor simbólico, moral, intangible pero tienen también un precio. Es la hora de la meritocracia y la consolidación de los principios en esta etapa del país. Yo mismo vivo ese dilema ahora con la Editorial Mar Abierto que empecé a crear en los años 90 del siglo pasado, cuando publicamos los libros “Camino a la parca” de William Happe y “Con unas arrugas en la sangre” de Pedro Gil, y con quienes desde ahí inauguramos la colección Almuerzo Desnudo, fue ya en la ULEAM cuando creé la revista-libro Cyberalfaro, en el 2000, que empecé a ejecutar la Editorial Mar Abierto, auspiciada por la ULEAM  y en lo económico en parte con mis fondos de jubilación, por ello esta marca que es creada y gestada con mucho sacrificio tiene nombres, aparte de los mencionados: Medardo Mora Solórzano, Leonardo Moreira y Ubaldo Gil, y somos nosotros los que tenemos Derechos de Propiedad sobre tantos símbolos, marcas, sellos, libros, líneas de pensamiento universitario, creados. 



 Esta es mi versión como fundador de “La Trinchera” y es mi propuesta para que sigamos por la ruta del progreso.



Apostilla

 El mismo Horacio crea el Festival Internacional de Teatro de Manta auspiciado por la ULEAM, uno de los mayores referentes del teatro de latinoamérica y el mundo, con lo cual nuestra ciudad fue configurándose como lo que es hoy: una ciudad universitaria, amén de su actividades milenarias de pesca, navegación, comercio e intercambios culturales y sincretismos con la llegada de inmigrantes internos y extranjeros.

Aquí habría que preguntarle a los señores que están evaluando a las universidades por qué no consideran dentro de sus indicadores  lo que un centro universitario ha hecho más allá de las propias expectativas en la universidad, en Ecuador la ULEAM ha marcado un hito con el fomento del teatro como una actividad del espíritu, el desarrollo de múltiples trabajos de rescate, fomento y creación en folklore, música y el desarrollo de la Editorial Mar Abierto, con avances que están por encima de las competencias institucionales, por eso nos resulta aberrante si estas gestiones lideradas y apoyadas por Medardo Mora para beneficio del país no son tomadas en su verdadera trascendencia  en la evaluación de conjunto.
Manta, 30 de marzo del 2 013


1 comentario:

Unknown dijo...
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