miércoles, 31 de julio de 2013

Instantes del evento en la CCE Benjamín Carrión - Quito

Pedro Gil, Luis Álvarez, Paquita Troya, Ubaldo Gil, Ramiro Arias y Manuel Albán.

Cristian López, Gabriel Cisneros, Ubaldo Gil y Paúl Puma.

María Isabel Silva, Juanito Ponce, Ramiro Arias y Ubaldo Gil.

Cristian López, Gabriel Cisneros y Ubaldo Gil.



Compartiendo con amigos. 
Gabriel  Cisneros, Ramiro Arias, Paquita Troya, Manuel Albán y Ubaldo Gil.
Cristian, Gabriel, Paúl y Ubaldo.

Ubaldo entre amigos.

Ubaldo Gil Flores dando su agradecimiento.



Más amigos escritores.

Entre amigos.

martes, 30 de julio de 2013

La cuidad: el testimonio de los sentidos

Por Cristian López Talavera

Mientras enciendo la grabadora, una voz del otro lado pronuncia: “Estás hincada mirando al suelo/ con una virgen en tu regazo/ te deshiciste de vos/ y ahora lo culpás a Dios”, me remito a mi pensamiento, la realidad sensible siempre tiene una caja de sorpresas. He creído siempre en la fusión del ver y creer, como pensaba Rimbaud; en tanto, la almohada se llena de canas y en la cabeza resuena Serás poeta, afuera de mi habitación, los pájaros resbalan de una luciente cristalina, mis ojos enardecen con la forma de la luz de la mañana, las sábanas blandas se arrugan como papel mojado ciñendo mis pies a una suave melodía.

Así, entumecido por el temor de un nuevo día me levanto, en la mesa está ya servido el desayuno, las migajas de pan regadas sobre el mantel, con mi dedo dibujo círculos, y pienso en cosas que no puedo ver con los ojos, sino solamente con mi espíritu: el sentido que toman las volutas del humo del café, las manos de mi madre con las que fue hecho el jugo de naranjilla, trato de escuchar el silencio que rodea el cuarto, este devastado insomnio de los días inmensos, la piel de lagarto de esta ciudad ambigua, amada.

La cuidad me espera, como las puertas al infierno, diviso gente caminar apuradamente, sin regresar a ver, animales recostados en las veredas, ellos, a cada momento dejan huellas en mis amaneceres insomnes. La ciudad absurda llaga en mi ausencia. Mientras, gente amontonada en los buses, mirando su reloj, aprisionados de su tiempo; los otros, abrazados a realidades opuestas, a esas realidades límpidas, que dan encantamiento, que miran el lenguaje en cada segmento de ciudad: parque, escuela, municipio, bus, librería; la poesía es la otra voz diría Octavio Paz. Esa ciudad me espera, aquella donde pueda desplegar la imaginación, donde la ceremonia de la creación sea parte de mi cotidianidad.

Así permanezco azorado en el autobús, mientras continúa su trayecto hacia la terminal, observo en las paredes impresos adheridos a las paredes de conciertos, cuadras más arriba, grafitis, quiero saber la hora y me doy cuenta que el celular me he olvidado en mi cama. Acongojado, nuevamente en la ventana del autobús, imágenes: ceremonias. Y entre ese estado de reposo que producen las imágenes urbanas de Quito, de esa “realidad” visualizo el libro “Más allá de Madrid”, la obra completa de Ubaldo Gil, distintas propuestas literarias unificadas en un libro, mas de 25 años de actividades culturales, entre las que destaca la de editorialista, escritor y catedrático; distintos discursos,  perspectivas que se han venido dando en su obra.

Aquí surgen las siguientes preguntas ¿cuál sería la importancia de escribir un libro?; ¿dejar un patrimonio al país? ¿engrandecer el egocentrismo, típico en nuestra literatura? ¿o dejar la constancia de esa conexión íntima que une al lector con su escritura?
Cristian López, Gabriel Cisneros, Paúl Puma y Ubaldo Gil.
Trama sin utopía: robando dibujos que guardaba en uno de sus bolsillos
Libro publicado en el año de 1993, por editorial Eskeletra y con un epígrafe de Jorge Luis Borges: “El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión y al cansancio”, pequeño texto de Las versiones homéricas, esto ya indica cómo abordar el tema, desde ese poema sin fin, y el primer cuento no desdice el primer pensamiento y el Nino Amonala y la dedicatoria al poeta Hugo Mayo, me hizo recordar al poema El Zaguán de Aluminio: “Nino Amanolik,/ viejo dibujante de cosas raras/ Nino Anomalik,/ un día lo encontré/ dormido como una garza real/ le pregunté cuál era su país de origen…” y en el cuento Nino Amonala dice “Nino Amonala Nino Amonala, pescador de amigos raros…Me acerqué y vi que el molusco empezó a moverse… sentí que se iba una parte o quizás toda mi vida”. Claramente existe un tributo al poeta Hugo Mayo. Este relato que sucede en el mar, en las playas del Murciélago, se presenta como relato cíclico, donde un niño encuentra su alegría en un caracol, esa misma alegría del padre y su abuelo. Así son los textos de Trama sin utopía, murmullos de versos, de mar. Hay silencios, huellas.

Con Trama sin utopía, Ubaldo Gil inaugura esa generación de narradores que mezclan la imaginación con la búsqueda de temas, no tratados por el canon, donde se universaliza los temas que vagan en esa Manta mágica, con resonancias poéticas. La ciudad siempre presente en Ubaldo Gil, de ahí nacen estas historias, recordemos el relato Especimen. El tema es una ruptura a la lógica, en primera persona, un ser encuentra a un ente diferente al común de los mortales, nadie sabe de dónde es y cuál es su genealogía, pero cuando le sacan a pasear, el espécimen se perturba y emite fonemas misteriosos: “Quiero a mi mamá… quiero a mi mamá”. Salir a pelear, a pesar de saber que vamos a perder (como diría Bolaño), eso es lo que hace Ubaldo Gil, da un giro misterioso a sus historias. Los finales sorprenden, pero dejan las puertas abiertas para seguir en la lucha: la imaginación; así lo dice la escritora Gilda Hoslt: “…ese humor triste que nos hace sonreír y nos duele […] construye sus cuentos con seres y cosas raras… y nos hace mirar la realidad con otros ojos”, como rememorando el testimonio de los sentidos, esas realidades absurdas que habitan en el espíritu y la creación.

La noche en que fui Cristóbal Colón
Esta entrega de narrativa publicada en el año 2005 (Ekeletra-Uleam, libro que presenta distintos espacios, ambientes, aparece la España (castigo y sobriedad), Manta y su ruralidad, ahí está su coloquialismo, el existencialismo de gente tratando de enfrentarse al mundo, vale traer a colación lo que Luis Carlos Mussó dice al respecto: “…esta vez no solamente nos encontramos con el tropos sino con el pathos”, no son los hechos ni las situaciones los que cambian el modo de vida de las personas, es la emoción la que va dirigiendo el modo vivendis de estos personajes.
Así aparece en el epígrafe: “…la única gente que me interesa es la gente que está loca”, por ejemplo en el cuento El caracol y su cara de anciano, Yolanda, una niña de apenas ocho años tiene un diálogo con un caracol con cara de anciano. O tal vez el cuento La puerta culpable, donde unos seres encerrados logran divisar una puerta que dentro de sí tiene un misterio que ahonda en preocupaciones y soledad.
Alguna vez, en clases de historia, en la Universidad escuché decir que el problema de la migración consistía en que no estaba terminada, por tanto los ecuatorianos fueron en busca de ese final, Ubaldo fue, pero a terminar esas historias, así en el cuento que lleva el nombre del libro, un personaje va en busca de ese descubrimiento de la ciudad madrileña, sus oscuros parajes, este personaje mantense se encuentra con un peruano, antropólogo, que le guía en ese transitar.
Este libro de búsquedas, también es el de los registros lingüísticos: “hijos de putitas para ser menos hipócritas”, “salao”, “joder cuñao”, como también la ironía: “Todavía no habían llegado a Ecuador dos presidentes, Mahuad con su corte de Alicia en el país de las maravillas o Bucaram con Alí Babá y los cuarenta ladrones”. A diferencia de lo que escribió Eduardo Varas de que este libro “pudo ser mejor”, la pregunta es ¿Hay algún libro mejor? Está claro que el relato corto debe tener un trabajo arquitectónico, bien cimentado, pero Ubaldo Gil logra crear obras grandes, como El caracol y su cara de anciano, El escritor y sus batallas, El padre en la cometa, No te mueras.

Ubaldo Gil y su libro.
Amor más allá de Madrid:
Dios del pan: creación y destrucción en el Ser humano
Publicado en el año 2003, inserto en el libro de relatos No lo hagas en Navidad (Mar Abierto editorial), novela corta que no pasa las 60 hojas, me atrevería a decir que esta obra es la consagración de Ubaldo, claramente se nota el progreso que ha ido dando a su narrativa, sin dejar de lado el discurso, impreso desde sus primeros textos. La ciudad: urbanidad y ruralidad, personajes desolados, el desquicio humano, el erotismo y ese rehacer el relato corto, decir y vivir.
Dividida en tres capítulos, el personaje ausculta su vivencia, e intenta recrear fielmente lo sucedido, la historia. El personaje es testigo de este manifiesto, donde el amor, la muerte psicológica, la destrucción del ser humano se van imantando en una narración, con un lenguaje sencillo y sugerente.

La novela tiene fuego en los personajes, O. Paz denomina: la Llama doble, donde el fuego primordial y original, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula, la del amor, Ubaldo Gil, en su narración levanta una llama rojiza, escatológica; la llama de la muerte. Los personajes se van a ver sometidos al amor, al engaño, al dolor, a la soledad.

Ahora bien, cuando el personaje comienza a narrar su historia, lo realiza en un Tiempo de la Enunciación Narrativa, ese es el momento dice Umberto Eco, en que empieza a escribir y a recordar su pasado. Ese yo recuerda y evoca: “Si ella estuviera aquí me levantaría media hora antes, cumpliría con el ritual del aseo si amanezco con ganas […] el sol mañanero de Quito entraría y yo sentado a esta mesa…”, un yo monótono, creando un personaje, desde su deseo, ese eros inexistente o que está arraigada a su piel.

Un estudiante, que emigra con una beca, desde su Manta hacia Madrid, en donde estudia arquitectura, en la Universidad Complutense, desde el inicio el personaje comienza a ver las diferencias conceptuales; la individualidad europea y el modo de vivir en Los Andes, la comunidad, esto cuando conoce a una chica y van al departamento, destapan una botella de vino, a ritmo de jazz; entre charlas de sus estudios, y películas, tuvieron un acto amatorio; Emily, días después, cuando él le invita a realizar un trabajo, ella le indica que tiene novio, el choque cultural que se da en el personaje es fuerte, dice: “Hoy he aprendido de esta mujer más de los que he aprendido en las clases. Esto es Madrid”.

Este es el inicio que tiene Fabián en una ciudad diferente a la suya. Soledad cruenta ante sus ojos. Poco después conoce a Lenka, una muchacha rusa, igual a él se encuentra en Madrid, con una beca, comienza a formar una relación con Fabián, viven en su departamento, solo les acompañan la pobreza, el hambre, la desesperación, el amor, la intriga.

En un instante ella le hace una pregunta clave: “Si eres casado, dímelo, será mucho mejor. Sabré a qué atenerme”, la relación continúa, tratando de que las situaciones externas no afecten en nada su amorío: “El amor erótico estaba presente y aplastaba a cualquier indicio de política”.

Desde ese momento, la narración va tomando fuerza en el concepto erótico. Otro choque cultural se sitúa en Fabián cuando, en un concierto de rock (él nunca había asistido a uno) conocen a otra pareja, y hacen un intercambio de parejas, comienza a quitar la idea de pareja monótona y hacen el juego Swingers. Él trata de seguir el juego, pero su ethos no lo permite. Disimula. Hay angustia y tormento.
La relación continúa hasta que ella descubre, por medio de una carta que Fabián tiene familia en Manta, ella decide dejarle. En él comienza a esclarecerse el capricho del amor, ser servidor de la vida como también de la muerte.

Personaje que crea Ubaldo Gil diferente a muchos ciudadanos del país. En Madrid, el personaje habita mundos subrepticios hasta llegar a la locura. Pero tiene un ethos y éste determina su comportamiento. Llega a la locura por una muerte que le provoca el sentimiento del amor, pero que su mito, su fe le despierta nuevamente a la vida. Es un creyente en Dios, sabe que es un ser destinado a sufrir, por tanto tiene que seguir una costumbre. La felicidad, su felicidad está en algo inmaterial, es por ello que lucha.
La novela concluye en un cuarto de hotel, en la ciudad de Quito, cerca del parque El Ejido. El personaje, (como una escena de teatro) describe que está sitiado en solitario junto a una máquina de escribir y una pila de papeles; la catarsis tiene su desenlace, aquí existe la disforia. Nos dice: “Quería contarme, aunque traicionado por la memoria todo aquello que viví”.

Cerrando este escrito, nuevamente la ciudad comienza a tener sentido, tanto para Fabián como para mí. Así, levanto mis ojos hacia el cielo, lo contemplo: es verdad, Dios así lo ha querido.

Texto leído por Cristian López Talavera durante la presentación del libro Amor más allá de Madrid, evento desarrollado en la CCE Benjamín Carrión, de Quito el Quito, el  17 de julio del 2013.





Amor más allá de Madrid de Ubaldo Gil Flores

 Por Paúl Puma

A un vagabundo se lo ubica por los zapatos, sobre todo por los zapatos. Parece que los zapatos se empeñan en envejecer tan rápido que uno siempre los ve rotos, salpicados de caminos, sucios, hecho pedazos; pero lo interesante es que pese a todo, los benditos zapatos siempre están dispuestos para el vagamundo. Hacen un convenio para ver cuál de los dos terminan en la basura primero.
Ubaldo Gil


Tienes razón Fabián. “La historia no es más que una serie de hechos infames, contados por unos idiotas.” El corazón nos lleva a tierras lejanas. A Madrid por ejemplo, a constatar esa pulsión que llevamos dentro y que, por causa de un amor desventurado, tonto y turbado, se activa, para conducirnos de la Mano Invisible hacia el oscuro resplandor de esa “risita maligna” donde se cuece la deshumanización del alma. ¿Dónde está el amor que se erigió más allá de Madrid, Fabián? En esa matrioshka con el nombre de Lenka que pudiste conocer en un ascensor fortuitamente, y que luego reconocerías como quien se arrima a una baranda de metal que no nos sostendrá jamás. Allí en la suma erótica de su amor mayúsculo y desconocido forjarás tu ciego y vagabundo apetito por la fantasía de un amor sin Trama y utopía allí en la cuasi pornografía de esa inexperta en chuparlo porque a momentos (t) e lastimaba con los dientes o en medio del placer se entremetía un dolorcillo tenaz que hacía cogerla del cabello y hacerla subir y con calma, eso mi amor, guiándola como lo hace el ave con su cría cuando no sabe volar.

Arthur Miller lo dice bien, es el hombre primitivo y su alquimia: esa mano derecha acaso, cuando tu personaje está agachado pudiéndole mandarle el dedo más grande en los dos huecos, adelante y atrás simultáneamente… o cuando ese clítoris se vuelve el más rojizo de la Tierra. Pamplinas. El azúcar de los amantes es más desgarrador cuando se diluye… Pamplinas. Una danza silenciosa puede ser el entremés de una erección fulminante, de un licor único en la piel delicada que no se pude contener con la boca, del borde de la cavidad donde entran vinos y manzanas: -Y lo nuestro en qué queda. -A qué nuestro te refieres. Si no ha pasado nada. Nosotros nunca hemos tenido nada. Son las hojas de los árboles casi esqueléticos por el otoño de esa ciudad española las que te abrazan. Es ese mar que te hizo saborear la sal de tus adulteradas lágrimas. El truco del ojo que se corta en El perro andaluz de Buñuel, “Hemingway never ate here”: un cuarto (con aire acondicionado), dos colchones, y la suerte rara para un estudiante becado en la ciudad más puta del mundo –junto a Ibiza–. Son los fríos helados que le punzan en la cara a tu celeste personaje manaba en la desolación de un cuerpo ruso que soltó las amarras de ese Deux Machinna y alargó el escenario desde Toledo hasta Aranjuez y desde Cuenca hasta Barcelona. Para después remojarte el corazón en aguas de melancolía y ansiedad: todo lo que desconocemos de la carne y el hueso ese misterio que abre puertas a los temerarios recovecos humanos. Sí, Lenka es un sofisma, una utopía, un amor soldado con la saliva del adiós. Lenka es Gaudi y Barcelona. Lenka es el arquitecto que murió en el más feroz anonimato y sin gloria. Lenka es Gaudi, el transeúnte que nos espeluzna. Pero también es esa Mano Invisible que enloquece e idiotiza. No me volveré loco. No me volveré loco. Y, sin embargo, abres las puertas de ese balcón de par en par y te tomas una taza de café y le declaras tu amor a esa ciudad española. Y refumas un cigarrillo. Y tocas las tetas de Madrid. Y tarareas esa canción rusa que habla de amor y de estrellas: llévenme a un hospital siquiátrico, llévenme a un hospital siquiátrico, llévenme a un hospital siquiátrico… -Me cago en diez, eres un mamón, un completo mamón. No queda más que deportarte. Será lo mejor. -Me da igual, a fin de cuentas, a donde yo vaya Madrid irá conmigo. -Joder, los sudacas son una leche cortada, pero éste se pasa, este bate récord. 

Fabián no te acerques al pozo. Hay un prado violento en último término. Las nubes están, no son, están violáceas, así como las querías. Deja al fin de tocar los dedos de esa Mano Invisible, ¿invencible? Fabián ¿estás allí? Vengo desde Homero a creer que estás allí, en la oscuridad de esos charcos de sangre donde se revuelca la locura (Hace poco vi a un hombre en la esquina de la 10 de agosto y Colón. Una suerte de turbante en la cabeza. De plásticos renegridos. Semidesnudo. Trapos deformes. ¿Está ciego? ¿Qué parte del cuerpo le falta? Oh dios. Qué canción balbucea. Por qué nos recuerda, así, de esa manera, lo que no queremos ser o lo que somos. Insuperables vagamundos en este puta mundo. Marginalidad. Esa, efervescencia, a las tres de la mañana en una calle solitaria de Manta o en un barrio suburbano de Quito o en un parque de Madrid. Lo lumpen y la locura. Un tipo que a media mañana sopla con furia y sopla con furia en su bolsita amarilla embadurnada de tanto pegamento. Un clochard bajo los puentes que nunca imaginó Cortázar, un mendigo aferrado a su manta en el espeluznante frío de Hamburgo. La marginalidad y la locura: “Borges fue un marginal” dice un profesor en la clase universitaria, post universitaria: Borges –con el respeto que se merece Borges y su abuelita inglesa y su jardín y su biblioteca– nunca fue un marginal. No tiene ni puta idea. Bukowski fue marginal. Borroughs fue marginal. Arlt fue marginal. Palacio fue marginal. Ledesma fue marginal. Mayo fue marginal. Dávila Andrade fue ultramarginal. Ese escritor que se realiza en el lápiz y en esos cuadernos en la ciudad más abandonada de este país, ese escritor es marginal. Fabián perdido en Madrid o en Quito es marginal. Ese escritor frente a esa cama, esas zapatillas, esas medias, esa mochila y ese espejo…, ese escritor es marginal. Más allá de él sólo una mano invisible, la risa: Querida Lenka: Camilo, un vagamundo con el que anduve, siempre decía que llega un momento en que las cartas de los separados no son más que una tortura o un modo de mantener esa tortura. Está bien, extirpa el cáncer, mételo en una funda de plástico, deposítalo en la taza de servicio y baja el sifón para que vaya a parar en medio de las porquerías humanas. Allí el cáncer, es decir yo, estará contento y feliz de haber llegado a su seno de origen:

El pozo. 
El pozo de un malparido fabulador. El pozo muy lejos de ese prado que ve Fabián por la ventana. El pozo muy lejos de Rusia, de todos nosotros, de los ateridos escritores de su lectura, del sueño de su escritura a la espera de ganarle a golpes y por KO técnico “al asunto” como dice Miguel Donoso Pareja, a la espera de ganarle a golpes a esa obra: paridero de fábulas. Ya. Silencio. Descansa. Ha pasado la hora del frenesí, ha pasado la hora de los cortes de manzana. Es ese leve olor a fruta lumínica. Es ese olor en las calles. Madrid. Oh Lenka. Lenka. Jamás permitas que pesque una esquizofrenia. Deja de tocarme el rostro con tu Mano Invisible. Déjame tocar esta baranda por este tiempo ilusorio y bramar dentro de mí, mientras se aleja el cántico de las sirenas de esas embarcaciones y el universo se expande. Déjame beber de esta neblina espesa y este cielo ciego. Déjame besarte el sexo como se besa la frente de un niño recién nacido. Yo te abandoné querida. Yo te abandoné.

ESCRITORES. Constan en el centro de la foto Paúl Puma y Ubaldo Gil, durante la presentación del libro Amor más allá de Madrid en la CCE Benjamín Carrión, de Quito.