lunes, 4 de enero de 2010

Limpieza de las palabras: opinión, comentario, análisis y crítica


¿Entre esa buena gente que compuso y escribió el Antiguo y Nuevo testamente, uno de ellos, por lo menos, pensó que lo que hoy conocemos como Biblia, originaria varías religiones, miles de sectas, guerras en el nombre de Cristo? Podemos lucubrar y con ello discernir en torno al sí o al no, pero no podemos negar el hecho histórico que motiva la pregunta. Luego volveremos al porqué de ese entuerto.

Cada época, entre comer y cepillarse los dientes, nos exige limpiar las palabras, sacarles el moho y meternos en el alma de ellas. Esto sin olvidar que ninguna palabra puede ser “estudiada” y valorada de modo aislado, sino es en el contexto en el cual tiene vida.

Cuatro de estos términos o signos, empleado en lo semántico con desfachatez, son opinión, comentario, análisis y crítica. Son palabras tan complicadas que se las usa sin distinción y que tampoco se advierte la presencia de ellas en el trajinar cotidiano. Sin embargo están presente en el aliento diario de lo político, empresarial, económico, social, cultural...

No es lo mismo comentar que analizar
El mismo DRAE en torno a la palabra “comentario” nos dice: “Escrito que sirve de explicación y comento de una obra, para que se entienda más fácilmente. 2. Juicio, parecer o consideraciones. Emitidos oralmente o por escrito, sobre personas, asuntos, cosas, etc.”

Nótese que esta definición incluye dos expresiones que vistas en el contexto son claves: “escrito” y “se entienda fácilmente”. Y la tercera palabra demanda mayor cuidado puesto que abarca a las primeras, pero las trasciende. Leamos, análisis: “M. Distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios y elementos. Fig. Examen que se hace de alguna obra, discurso o escrito. 3. Método estadístico usado para cuantificar la importancia de cada uno de los factores actuantes de un fenómeno. Gram. Examen de los componentes de un discurso y de sus propiedades y funciones”.

No sólo que esta palabra tiene más significado sino que señala la necesidad de “separación de las partes de un todo”, “método estadístico” o “propiedades y funciones”.

La palabra análisis, queda clarísimo, es más rica en significación y en complejidad que las anteriores. Pero ahora revisemos al signo crítica: Pero ahora revisemos al signo crítica: “Arte de juzgar la bondad, verdad y belleza de las cosas. Cualquier juicio formado sobre una obra de literatura o arte”. Como leemos la crítica Es una labor de arte diferente a las anteriores pero que tiene correlaciones con las tres primeras palabras. Más adelante, con ejemplos, reflexionaremos sobre el uso de este término.

Entre la subida del gas y la bajada del ego
Si esta mañana o cualquiera de los meses venideros, al presidente actual o al que venga, se le ocurre subir el gas o la gasolina (no tenga la menor duda de que lo hará) qué cree, anónimo lector, que debe hacer usted: ¿opinar, comentar, analizar? O mandarlo a visitar a la madre que lo parió, con lo cual no lograría nada, tan solo desinflar su triste e impotente ego.
Tomemos varios casos ante los cuales debemos aplicar el sentido de las palabras que nos preocupan: La Construcción del Puerto de Transferencia de Manta, nuevas medidas económicas, el nacimiento de un hijo no deseado, la llegada de un marciano, el último juego de nuestro equipo de fútbol preferido, leer un libro...

Todos estos hechos exigen nuestra opinión, si es que nos hemos enterado de que somos ciudadanos y vivimos en una sociedad democrática; pero no todos estamos en capacidad de realizar un comentario o análisis sobre los mismos temas.

Cada área demanda dominio de ella, criterios técnicos, información del contexto social, económico y político en el que nace un hecho. Por eso resulta asfixiante, atosigante por decir lo menos, escuchar o leer criterios antojadizos propios de pensamientos infantiles y que afectan tanto al desarrollo de la cultura nacional.

Pongo tres casos para ampliar las ideas: 1) Si vemos un partido de fútbol todos podemos decir (opinar) me gustó o no, ese “negro” es un bruto y todo lo que se quiera; pero se necesita ser Pancho Maturana para separar, examinar, distinguir, los distintos factores que intervinieron dentro del juego. Y emitir un criterio lleno de “cientificidad”, coherente, sistemático.

Si se trata de construcción del Puerto de Transferencia en Manabí, los mentalizadores y ejecutores, Manta y Bahía de Caráquez para el caso, no pueden entrar en una discusión bizantina o caer en la provocación de quienes solo tienen como argumento el insulto, el enfoque de rencillas cantonales o peor el de temas estrictamente personales. Como no es mi intención inclinar la balanza para uno u otro lado, solo vale resaltar que son los argumentos concretos los únicos que pueden dar luz ante cualquier desavenencia.

Si observamos un hecho cultural: ver una película, leer un libro, ver una obra de teatro, escuchar una música, etc. tenemos la alternativa de opinar, comentar o analizar, y tan solo nos cuesta el discernimiento de qué es lo que realmente podemos hacer. En cualquiera de las opciones que tomemos, instintivamente diremos: buena, mala, más o menos; poro lo ideal es darle su valor al hecho dentro del contexto en el que se produce. Y para ello se requiere una honestidad a prueba de bala y mejoramiento no del sentido común sino del buen sentido, gusto o criterio.


El problema de la crítica en el país
Como hemos estudiado hasta el momento cada palabra tiene su arena movediza en el que hay que andar con cuidado. La crítica es una arte y por muy ingenuos o perezosos que seamos no negaremos que un arte no se lo domina de un día a otro.

El término arte, tan amplio y rico en matices, nos conduce y nos obliga a revisar la palabra interpretar: “TR. Explicar o declarar el sentido de una cosa, y principalmente el de texto faltos de claridad. Explicar, acertadamente o no, acciones, dichos o sucesos que puedan ser entendidos de diferentes modos”. (DRAE).

En el primer párrafo, dentro del meollo de la pregunta en trono a lo que ha causado y causa la Biblia o cualquier texto religioso, hay un problema estricto de interpretación.
El gran problema contemporáneo y de todos los tiempos ha sido y es el de interpretar nuestra propia realidad. Y el mundo actual, mucho más para los que vivimos en países subdesarrollados, no exige un nivel de interpretación sagaz, inquisitivo, apasionado, o estaremos destinados a lo de siempre.

Desde luego, si todos estamos en obligación de opinar, no todos podemos comentar, analizar y mucho menos interpretar. En el país, a nivel de arte, la crítica todavía sigue en ciernes. Decirlo es una provocación que solo puede ser desmentida con argumentos. Yo mismo puedo citar a nombres de escritores o teóricos que se han dedicado a esta actividad: Hernán Rodríguez Castello, Miguel Donoso Pareja, Agustín Cueva, Fernando Balseca, Cecilia Ansaldo, Antonio Sacoto y otros, pero estos casos son excepciones de la afirmación.

Entre paréntesis vale insistir en que en la actualidad o en gran parte de la historia del arte los mismos creadores han sido quienes mejor han esbozado o desarrollado niveles teóricos incuestionable. Basta con mencionar a Platón, Baudelaire, Poe, T. Eliot, Flaubert, Borges, Vargas Llosa, Carpentier y otros, pero que lamentablemente han sido olvidados en esta línea por el peso que han tenido sus creaciones.

La mayoría de los “Críticos” no pasamos de reseñadores, comentaristas o como máximo analistas de hechos culturales. El arte de la crítica (que no deja de tener rigor científicidad) exige un ejercicio permanente, sistemático y de búsqueda constante. ¿existen libros o revistas de especialización, constante en nuestras universidades o en el mercado de libros?.

Asumir esta realidad, aunque Quito o Guayaquil u otras urbes no se den por enterado, es un paso saludable para el país lo es también que los medios de información cedan un espacio para comentar y analizar las actividades culturales diarias con personas que realmente sepan lo que hacen y lo hagan de modo coherente, y no como hechos circunstanciales.

También es saludable evitar el mutuo lanzamiento de flores entre quienes se dedican al trabajo artístico. Y más aún para quienes solo lo practican y no lo estudian vale aclarar (les) que un periodista cultural (comentador, analista o crítico) no tiene la obligación de elogiar toda producción, al contrario, su criterio debe ser imparcial, justo en la valoración de quienes participan en una generación; de ahí surge su honestidad que, como todo hecho cultural y social, en el futuro y sin que caigamos en contradicción, también puede ser juzgado.

Los analistas y críticos mencionados arriba se han ganado enemistades a muerte e incluso entre ellos no deja de haber cierta fricción, pero es el trabajo continuo y “serio” lo que permite que sean puntos de referencia.

En el Suplemento Dominical del “Mercurio”, durante años, he mantenido un espacio abierto al comentario y análisis (lejos de una crítica) lo cual ha tenido respuestas de las que no me asombro. Por ejemplo, una señora que tiene muy buenas intenciones (de seguro ha olvidado que el infierno está lleno de este tipo de gente) escribió con tono religioso, de lo bueno que es no criticar. Daba una simple opinión sobre un tema harto complejo que me ha deparado años de estudio y lecturas. Zapatero a tu zapato, tan difícil que resultan las cosas sencillas.
No faltó quien a falta de ideas buscara asuntos estrictamente personales, pero de esto es mejor no hablar. Forma parte del folklore -cuánto ganaría el país si pudiera exportarse nuestro folklore mental- ecuatoriano.




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